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Razón 1

Siempre supe que la verdad es la que alberga en uno mismo, nunca confié para no pisar los pedazos.  Creer es cuestión de fe, pero no de certeza y, ahora, después de mil intentos fallidos; florezco y marchito como si nada importase, como si existiera solo la  libertad.

Entre la culpa y la sumisión

Dicen que todos los caminos llevan a Roma. Yo sigo estancada en alguna parte del mundo. Tal vez, no haya encontrado mi camino y, por más kilómetros que recorro, nunca siento que he llegado a casa. El balance que siento es muy contradictorio: entre la culpa y la sumisión. No debo olvidar que llorar es un acto de fe. Llorar no me exime de ser culpable, pero tampoco de ser sumisa. En ocasiones, lloro porque quiero y no puedo; y en otros casos, porque puedo y no quiero. Y por mucho que Aristóteles afirme y reafirme que la virtud está en el punto medio, yo creo que quizás, a veces, solo a veces, la virtud está donde queremos encontrarla.  La razón me hace sumisa y la emoción me hace culpable. Es muy difícil diferir entre ambas dos y, solo cuando consigo detectar la mínima diferencia, tengo esa pequeña fuerza que me impulsa a seguir confiando en mis virtudes para encontrar mi verdadero camino... Hasta que se disipa con las lágrimas de nuevo.                 Entre la culpa y la sumisió